El café llegó a Estados Unidos en 1773 durante lo que se conoce el Motín del té. La revuelta contra el Rey Jorge II generó un cambió notorio del té al café entre los colonos, dando lugar a la expansión del café americano.
Para principios del siglo XVIII, ya se había convertido en uno de los productos más rentables del mundo. El consumo de café en Estados Unidos creció hasta convertirse en algo especialmente notable durante la Guerra Civil, atrayendo el interés de los empresarios más inteligentes que comprendieron el potencial que tenía.
Entre los vendedores americanos más famosos están John y Charles Arbuckle, dos hermanos originarios de Pittsburgh. Este dúo empresarial empezó a vender café pretostado americano a los vaqueros del oeste. Otro gran comerciante de la época fue James Folger, que vendía café a los mineros que buscaban oro en California. Grandes marcas de café como Maxwell House y Hills brothers también están entre los vendedores de café más conocidos. El éxito de esta bebida durante la etapa posterior a la Guerra Civil fue el avance que necesitaba Estados Unidos para introducir los cultivos de café, y así la cultura cafetera se ha prolongado durante siglos.
Hoy en día, sigue fortaleciéndose. Un movimiento popular en el que las cafeterías independientes convierten el café en una obra de arte . Estas pequeñas cafeterías elaboran su café con granos especialmente seleccionados, que se tuestan a nivel local. La cultura americana del café trata sobre el sabor del café, pero también sobre cómo se cultiva, dónde se tuesta y cómo se elabora.
La cultura americana asociada con el café americano se basa en la velocidad y la cantidad, en comparación con otras como la italiana, donde el café se asocia con la relajación y el disfrute. Se estima que los americanos beben una media de tres tazas de café americano al día.
El auge del teletrabajo ha transformado la cultura cafetera de la sociedad americana. Las cafeterías se perciben ahora como espacios donde trabajar de forma eficiente con internet mientras comes y bebes algo. Mucha gente pasa horas en este tipo de establecimientos, haciendo su trabajo, reuniéndose y disfrutando de la eficiencia y la comodidad que supone tener el café recién hecho. A diferencia del ambiente bullicioso que se respira en la mayoría de cafeterías de todo el mundo, en Estados Unidos suelen ser lugares más tranquilos.
La mayoría del café americano se elabora con granos de arábica, con un tostado medio, por lo general. Sin embargo, para el café helado se suele optar por un tostado más oscuro. Muchos americanos prefieren café solo, o solo con crema. También hay a quien le gusta añadirle leche y azúcar. Añadir jarabe dulce de sabores como el de caramelo y el chocolate clásico del mocha es muy popular entre los amantes del café. Aunque mucha gente asocia el café americano a un expreso rebajado con agua, este tiene muy poco que ver con la cantidad de agua y café, y más con la forma en la que se elabora. Durante la II Guerra Mundial, a los soldados americanos destinados en Italia no les gustaba mucho el café de la zona, ya que pensaban que era muy fuerte. Y añadían agua para diluirlo. Así es como nació el estereotipo del café «aguado».
El método por goteo es el más conocido en Estados Unidos. Para hacerlo, se necesitan un filtro y agua caliente que se vierte sobre los granos de café molidos. Este método funciona a la perfección con el café de tostado medio que se consume en Estados Unidos, y por eso este tipo de café es tan habitual en cafeterías y hogares del país. Como ocurre en muchas partes del mundo, el café es un fenómeno cultural, pero aquí lo es aún más, ya que millones de americanos beben café cada día, a todas horas. No importa dónde se haga el café, lo más relevante del café americano es cómo se elabora.
Después de saber todo esto, ¿te animas a que tu próximo destino sea Estados Unidos? A continuación, descubre la cultura cafetera de Nueva Orleans.